En su libro “Cristo con
un fusil al hombro”, el maestro de reporteros Ryszard Kaspuscinski
explica las razones por las que la guerrilla de Guatemala secuestró y
asesinó en 1970 al embajador alemán, Karl Von Spreti. “Eso sí –aclara el
periodista y escritor Pascual Serrano- necesita 70 páginas”. Tras la
visita a un plató de televisión para ser entrevistado, el lingüista,
filósofo y activista Noam Chomsky dio cuenta de la dificultad de
explicar en unos minutos por qué a todos los presidentes de Estados
Unidos cabría juzgarlos y condenarlos por crímenes de guerra.
El problema, explica Pascual Serrano, estriba en que “en el
pensamiento único
de los grandes medios no hace falta profundizar en los contenidos, pues
el público ya se encuentra familiarizado con estos, bien para llamar a
Chávez dictador, bien para decir que Irán dispone de la bomba atómica”.
Lo que ocurre es que “siempre habíamos aceptado que el pensamiento
crítico necesitaba tiempo, espacio y elaboración, además de un lector
atento y concentrado”.
Pascual Serrano ha presentado su último
libro “La comunicación jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado
nuestras mentes” (Ed. Península) esta semana en Valencia, en un acto
organizado por la Asociación Valenciana José Martí de Amistad con Cuba y
el Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS). En el libro describe
cómo Internet y las nuevas tecnologías (“y no es una cuestión de
formatos, detrás existe un objetivo ideológico”) han mutilado el
pensamiento crítico y generalizado un modelo de comunicación basado en
el ritmo trepidante, la inmediatez, la comunicación incesante, la
saturación informativa y la falta de rigor. Todo ello unido al
predominio del audiovisual y la fascinación tecnológica.
Sin
embargo, aclara el periodista, el objetivo del libro “no es embestir
sin freno contra los nuevos formatos”. De hecho, el autor reconoce que
dispone de blog, cuenta de twitter, colabora en medios digitales y
participa en las redes sociales. De lo que trata “La comunicación
jibarizada” es de “prevenir sobre los derroteros por los que nos llevan
las nuevas tecnologías e intentar desmitificarlas” ¿A qué responden
estas cautelas? “A que nos han llegado a los ciudadanos envueltas en un
aura de democratización e igualitarismo, a la que también ha contribuido
su precio asequible; incluso desde la izquierda se ha visto a Internet
como la gran panacea”, asegura Pascual Serrano.
En otra
presentación del libro, una persona del público recordó la semejanza
entre el “igualitario” modelo de comunicación virtual y la quimera del
“capitalismo democrático” que se
vendió a la población durante
la época de Reagan y Thatcher. Como muchos ciudadanos eran accionistas
de entidades privadas, dejaba de ser una prioridad el control público de
las grandes empresas. Dado que cualquiera tiene acceso a una cuenta en
twitter o Facebook, siguiendo el hilo del argumento, tampoco hace falta
plantearse ya la colectivización de los grandes emporios mediáticos.
El autor de “Desinformación” o “Contra la neutralidad” advierte de que
la comunicación jibarizada es mucho más que los 140 caracteres de
twitter. En Japón triunfan las colecciones de libros elaborados a partir
de los SMS que envían jóvenes. Programaciones de microteatro, basado en
representaciones de 15 minutos; libros de micropoemas y concursos de
microrrelatos están a la orden del día. La Red forma parte de este
universo. Y no es baladí. Las consecuencias de este modelo virtual se
hacen sentir en las estructuras cognitivas y en los modos de percibir la
realidad. “Muchos psicólogos y pedagogos aseguran que Internet fomenta
el pensamiento somero, apresurado y superficial; aunque se pretenda que
en la Red caben todos los textos, ello no significa que se lean de
manera completa”, explica el periodista.
A otro efecto de
Internet –la dispersión de las ideas- dedica Pascual Serrano un capítulo
del libro. Actualmente ocurre con la información algo similar a lo que
sucede con el
buffet libre en las comidas. A juicio del
periodista, “más que un plato elaborado, se prefiere el picoteo. Y, en
consecuencia, hay una mala adaptación a los argumentos largos y a los
matices. En pocas palabras, se prefiere
surfear en la información a sumergirse en argumentos elaborados”.
Tampoco resulta fácil en la actualidad una lenta digestión de las
noticias. Se impone el ritmo trepidante. Pascual Serrano recuerda las
palabras de una viñeta de “El Roto”: “Gracias a las nuevas tecnologías
me informo al segundo y me olvido al instante”. Uno de los mejores
ejemplos de este frenesí comunicativo lo constituyen los informativos de
televisión. Entre las bombas en Afganistán, los goles de Messi y las
piernas de Madonna, “no puede haber profundidad ni pensamiento
completo”, asegura el colaborador de Rebelión.org y Mundo Obrero.
Podría considerarse la ambición por dar noticias nuevas como algo
inherente al periodismo. Pero lo que existe hoy, según Serrano, es “una
obsesión enfermiza por la inmediatez; lo que acaba de ocurrir se afirma
siempre que es
urgente; no hay tiempo para plantearse la trascendencia de los hechos ni para contrastarlos”. Por lo demás, se
picotea
en las noticias como abejas que van de flor en flor. Comunicación
incesante, consumo masivo de noticias… Mientras el espectador visiona el
informativo de un Canal 24 horas, aparece un cintillo en la parte
inferior de la imagen con SMS, anuncios o más noticias.
Pero
la cosa va más allá: Un joven puede escribir un comentario en Facebook,
un mensaje en su celular o un Watsap casi al mismo tiempo. Aunque,
matiza Pascual Serrano, “no sepan leer media hora seguida; tenemos gran
dificultad para concentrarnos y sumergirnos en hábitos de lectura
profunda”. Las nuevas tecnologías fomentan otro mito: el de la
ubicuidad. La fascinación por hallarse en muchos lugares al mismo
tiempo. “Los medios conectan en directo con Afganistán y a continuación
con Israel, donde está de gira Obama, pero sin que se expliquen las
raíces ni la complejidad del conflicto”.
Aunque algunos
apologistas se ufanen de vivir en la sociedad del conocimiento, en la
que muchos ciudadanos tienen la posibilidad de vivir 24 horas
conectados
y consumiendo noticias, Pascual Serrano opina que tanta información
“nos inunda, asfixia y aplasta; además, los medios tampoco la
jerarquizan, ordenan ni seleccionan”. La edición de un fin de semana del
New York Times contiene más información que la que un ciudadano medio
podía llegar a tener a lo largo de toda su vida en la Inglaterra del
siglo XVII. “Todo el mundo tiene interés en
vender algo:
gobierno, partidos, sindicatos, empresarios, compañías, científicos…Todo
el mundo emite su comunicado jibarizado y ello hace que la información
finalmente elaborada por el redactor sea de lo más sencilla y simple”.
En el modelo vigente, además, imperan las fuentes institucionales (los
gabinetes de imagen y comunicación), con efectos letales para el
periodismo. El oficio ya no consiste, como decía Orwell, en contar cosas
que alguien pretende ocultar.
Puede que el periodismo
tradicional, explica el autor de “La comunicación jibarizada”, no fuera
precisamente un modelo de rigor; pero la proliferación de redes
sociales, blogueros y comentarios en Internet han dado lugar a “una
especie de
barra libre y
anarquía en la información”.
“Cualquiera se siente autorizado para hablar sobre cualquier cosa
–subraya el periodista- y, al final, no sabemos distinguir quién es
realmente una voz autorizada”. También señala Serrano la falta de rigor
en el activismo político. Pueden citarse muchos ejemplos, como una carta
apócrifa que circulaba por la red del escritor José Luis Sampedro, en
la que se insultaba al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. “La Red
está plagada de noticias falsas y suplantaciones como ésta; el viejo
principio periodístico de que el rumor no es noticia, no se aplica en
muchos casos a las redes sociales”, concluye Pascual Serrano. Y el mundo
del dinero también pergeña estrategias para controlar los nuevos
formatos digitales, como los pagos a periodistas para que introduzcan
comentarios positivos en los foros, o a empresas para que hablen a favor
de alguien o
limpien la página de Facebook de opiniones negativas.
¿Hacen posible las redes sociales la democratización definitiva de la
comunicación? ¿Permiten, por fin, que se cumpla el mito de la
horizontalidad comunicativa? Pascual Serrano desmonta la utopía virtual:
“el 50% de los vínculos de twitter y facebook acaban remitiendo a los
grandes medios, sean The New York Times, The Washington Post o El País”.
También se ha dicho que las redes sociales han permitido la eclosión de
la
primavera árabe. Pero Serrano afirma que, a la luz de algunos
estudios, fue precisamente la supresión en Túnez y Egipto de Internet
lo que propició una situación revolucionaria.
¿Internet ha
sentado las bases de un acceso generalizado a la cultura? Más bien
ocurre lo contrario, sostiene el periodista: “Han servido para que el
ingeniero escriba sin acentos pero no para que el panadero lea a Kant”.
Pero, sobre todo, hay una cuestión de principios: “Las tragedias como el
hambre, la guerra o los recortes –afirma Pascual Serrano- suceden en el
mundo real, no en el virtual”. Lo mismo ocurre con las luchas sociales:
“Pensamos que nos movilizamos y combatimos porque participamos en las
campañas en la Red. Pero esto resulta una ilusión. Las luchas se dan en
las calles y plazas, con los compañeros con los que estamos, no con
quienes virtualmente nos encontramos”. Algo parecido afirma Isaac Rosa
en el artículo “Soy minero”, publicado en julio de 2012 (
eldiario.es): “Mientras nosotros escribimos
posts y
tuits
de denuncia contra los recortes (yo el primero), ellos se encierran en
los pozos, paralizan el tráfico, levantan en pie de guerra comarcas
enteras, y finalmente echan a andar por la carretera”.
Ahora
bien, criticar el modelo actual de comunicación jibarizada no implica,
insiste Pascual Serrano, abogar por el ludismo ni reivindicar la
destrucción de la tecnología. Pese a todas las críticas que puedan
formularse al paradigma dominante, “hemos de luchar en todos los
ámbitos, es decir, no hay que dejar ningún campo expedito al enemigo”.
La crítica a las nuevas tecnologías implica, a juicio del escritor, el
manejo de las mismas en términos adecuados. Por ejemplo, twittear el
título de libros pero siempre que resulten de interés y se hayan leído
antes; o documentales de más de 20 segundos (ironiza) o utilizar
facebook para convocar reuniones, “siempre que luego asistamos a las
mismas”.
En la actual vorágine comunicativa, el tiempo
adquiere asimismo otra dimensión. Señala el periodista Pascual Serrano
que las semanas que John Reed dedicó a preparar su crónica “Diez días
que estremecieron el mundo” no hubieran resultado suficientes con las
interrupciones y distracciones que genera la comunicación virtual. Según
Guy Debord, ocupamos primero nuestro tiempo de trabajo y luego hacemos
lo mismo con el de ocio. Por eso en “La comunicación jibarizada” se hace
también una especie de “elogio del aburrimiento”. Las mejores ideas
surgen muchas veces cuando uno escapa de la actividad febril. “Cervantes
y Gramsci escribieron sus mejores obras encerrados en la cárcel”,
concluye Pascual Serrano.