El autor inicia su exposición afirmando “Porque el hombre posee lenguaje, posee también capacidad moral; y dicho lenguaje alcanza su más alto rendimiento precisamente al abrir el ámbito de la ética”. Este enunciado de mucha fuerza marca la relación que según Pedro Rojas existe entre la moral y el lenguaje; y cuya argumentación se basa en la comparación de las teorías planteadas por Habermas y Levinas.
Para Habermas, la comunicación verbal tiene dos sentidos: el contenido locucionario que expresamente encierra el mensaje transmitido y la fuerza ilocucionaria que presupone el hecho de que el mensaje está dirigido a alguien. Además, menciona que el éxito de la emisión lingüística se produce cuando el emisor desde un inicio asume que sus intervenciones incorporan los siguientes preceptos de validez: inteligibilidad, verdad, sinceridad y corrección normativa. En caso que el receptor no reconociera la presencia de dichos elementos, entonces, es necesario que el emisor reafirme y argumente su acto de habla, es lo que Habermas denomina “el desempeño de las pretensiones de validez”. Según Habermas, hablar es ya estar comprometido con la verdad.
En contraposición, Levinas menciona que en el diálogo lo menos importante es el mensaje o el grado de verdad del mensaje y lo trascendental es “el mero hecho de que haya que comunicarse, que haya que establecer relación unos con otros, que no podamos permanecer indiferentes frente a la presencia del otro.”, es decir, la empatía generada entre los actores de la comunicación. Para Levinas, el habla no tiene como fin principal la transmisión de conocimientos sino la generación de una relación entre los individuos.
Como se evidencia, las teorías de Habermas y Levinas son similares en la doble articulación del hablar humano y se diferencian principalmente por el papel que cada autor le atribuye a la pluralidad de los interlocutores y a la alteridad que en ella se manifiesta.
Por otro lado y con el objeto de caracterizar la ética, Pedro Rojas nos recuerda la reflexión de Kant respecto del escenario imaginario en el que habitan demonios, quienes intentarían acordar reglas mínimas de convivencia a fin de evitar la convivencia entre guerras. “Todos podrían y deberían renunciar inteligentemente a parte de su libertad individual para someterse a un orden común de leyes, pues, al cabo, tal situación redundaría en beneficio de todos.” Puede discutirse entonces si los acuerdos de los demonios constituyen la construcción de una moralidad, en otras palabras y resumido en la siguiente interrogante ¿es posible que hasta los peores criminales puedan llegar a construir una moralidad?
Lo anterior nos embarca en otro tema de discusión, ¿la ética debe ser formulada como un estado que permite evitar un estado negativo de circunstancias o podría haber una ética positiva nacida sin la necesidad de evitar males para las personas? Para Habermas, “esta deducción de la ley moral y política a partir de puras consideraciones egoístas está condenada al fracaso, porque presupone aquello que debería demostrar, a saber, la capacidad de adoptar la perspectiva social de una segunda persona y de una primera persona del plural.”; y plantea que la única forma de ética que tiene sentido es aquella nacida desde lo positivo. Para Levinas, la solidaridad y la responsabilidad permiten construir esa ética positiva, lo que sería imposible en el ejemplo del pueblo de los demonios. Levinas, nos recuerda el importante tríptico libertad, igualdad y fraternidad y plantea que este último es el elemento diferenciador en una comunidad ética. Los demonios nunca podrían llegar a una fraternidad y por lo tanto nunca podrían concretar la libertad y la igualdad.
Pedro Rojas concluye que la teoría de Habermas concibe la libertad y la igualdad pero carece de solidaridad y fraternidad. Para Levinas, la fraternidad es la única que no puede ser concebida por el pueblo de demonios y sin ella, no pueden pensarse la libertad y la igualdad.
Finalmente Rojas cierra, equiparando los conceptos de ética y justicia; y afirma que para que exista justicia es indispensable la ética como garantía de la justicia.
Conclusiones:
El documento plantea varias reflexiones que desearíamos resumirlas en tres:
1. ¿El habla implica una posición ética?
2. ¿Es posible construir acuerdos éticos con una acción negativa como fundamento?
3. ¿Se puede considerar a los acuerdos entre criminales como posturas éticas?
Elaborado por: Mariela Oviedo y Antonio Franco
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